Luísa se despertó ese día con un mal presentimiento, intuía que algo desagradable iba a suceder, pero no sabia exactamente el qué. La mañana transcurrió como cada día. Pero al regresar a su casa de la universidad sabía que algo malo ocurría. Se encontró a su madre llorando en el salón, y a su padre consolándola. Ellos le pidieron que se sentase, que tenían que hablar. Su padre habló:
-Le han diagnosticado una enfermedad no muy frecuente a tu madre. La medicación que se debe suministrar es muy cara, pero si no se la toma morirá. Ya sabes que no estamos en nuestro mejor momento económicamente hablando, y en este lugar jamás podremos estar mejor. Por ello tendrás que irte a España para poder conseguir un trabajo, obtener dinero y así pagar la medicación a tu madre. Además podrás seguir estudiando allí.
Ella sabía que no le quedaba otra alternativa. Hizo sus maletas. A la mañana siguiente dejaría ese lugar. La idea de irse le horrorizaba, pero se consolaba al pensar que en España podría vivir con su abuela, la cual llevaba allí muchos años.
A la mañana siguiente se despertó muy temprano. Se miró al espejo. Tenía los ojos muy rojos. Había estado toda la noche llorando. Iba a echar de menos todo aquello, sobre todo a sus padres. Además no sabía exactamente cuando volvería.
Se despidió de todos y se dirigió al aeropuerto.
Llegó a España después de un largo viaje. Los siguientes dos días fueron los más largos de su vida. Se sentía rara, no quería estar alli.
Al tercer día recibió una llamada de su padre. Le anunciaron que ellos debían ir a España porque los medicamentos eran mucho más baratos alli.
Luisa no podía estar más feliz. Pronto estarían juntos de nuevo rehaciendo sus vidas.
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